28.12.14

EL HOMBRE PLATEADO

Miro por debajo de la mesada, todas las herramientas tiradas como en el medio de la labor. En la cocina, debajo de las canillas, hay un hombre que mete y saca cosas tratando de componer una situación. Situación que yo no entiendo porque está mal. Debe estarlo porque el hombre mete y saca piezas y se concentra, me mira un rato, me mira que yo lo miro y vuelve a tratar.

No sólo su ropa es gris, un poco brillosa, sino también su cara, sus manos, sus pelos, todo está cubierto de la pintura plateada menos los ojos que parecen oscuros, menos los ojos que dicen, soy humano.

Yo estoy frente a él, sentada a la mesa redonda, tengo un tapado rojo, un chupetín rojo y mis pies no llegan a tocar el piso cuando estoy sentada en la silla. Mi mamá también está en la mesa pelando las papas a cuchillo, tiene un vestido azul marino y aros de perla. Ella actúa como si el hombre plateado no existiera, por eso yo lo observo en silencio nomás.

La abuela llega y se pone a hacer sopa de quaker. Recién viene de cortar Hortensias.


http://www.flickr.com/photos/rarasva

23.12.14

EL TECHO DE CASA PARECE MÁS BAJO AHORA QUE VOLVÍ

Sé la imagen que estoy dando. Sentado frente al televisor soy igual al viejo. Al viejo de cuando yo era chico porque aunque la panza nos iguale, él ya acumula varias marcas de la vejez que me espera. Está viejo el viejo. Como si le hubiesen abrochado la piel a un diminuto yunque invisible, que tira bruscamente sus rasgos hacia abajo. Está viejo el viejo. Viejo, cansado y distraído. Es el momento perfecto para actuar.

Sin planearlo, la vida me concede la revancha de una lucha olvidada e insignificante. Voy a su escritorio, salto hasta el "cajón secreto" y fuerzo la traba sin ningún tipo de contemplación. Merezco saber. Salen las fotos de un verano tropical en la playa, collarcitos, una nota escrita con letra apurada y un adornito de plástico con líquido adentro.

Instintivamente agarro las fotos. Es inútil. Ningún detalle me regala saber adónde fueron tomadas. Se trata de una secuencia involuntaria de cuatro tomas, con fondo de palmeras genéricas. La primera fue sacada antes de tiempo, muestra a los retratados intentando colocarse en su lugar. En la siguiente el viento parece jugarles en contra y el pelo se les mete en los ojos o quizás sea arena. La tercera consigue un porte paradisíaco y alegre, que seguramente es lo que buscaban. La que más me gusta es la cuarta porque aparecen relajados de la pose que acaban de representar. Creo que también me gusta porque es la más reveladora. 

Me tomo el tiempo para realizar el escrutinio. En el medio hay dos mujeres con bikinis viejas y el pelo largo teñido, una de negro negrísimo, la otra para el lado del naranjado. A sus bordes hay dos tipos. El de la izquierda es el viejo, el único que reconozco.Tiene la camisa desprendida y mira a su compañero de forma cómplice. El otro tipo es alto, bien alto, usa lentes Ray Ban y el short de baño solo. Le ríe a mi papá con la boca abierta por la gracia que acaba de hacer, gracia que al parecer, consiste en agarrar fuerte de la cintura a su compañera pelirroja y desprevenida. El cuadro porceliano se completa con la chica, mujer llevandosé la mano a la boca en una expresión de "ay, que barbaridad" que también busca complicidad en su congénere pero sin obtener respuesta, porque la morocha sale mirando al viejo, que no la mira. Como si su primer instinto hubiera sido mirarlo a él pero el de él no. 

Atrás hay una foto más, más chica y medio borrosa. Es el viejo con la vieja, con mamá, sonriendo de forma solemne al lente de la cámara, adelante de un avión. No entiendo. Busco en la carta alguna señal pero lo único que consigo desenmarañarle a esa maleza de tinta son los números. 5,47 y la fecha, 04/82.  Agarro el adornito y lo muevo haciendo que un montón de destellos y delfines se desplieguen. No entiendo.

Vuelvo a sentarme al televisor pero ya no soy el mismo. Estoy peor. Si hubiera dejado el cajón cerrado la orden de no abrirlo sería una orden más, entre las miles de negativas que te dan cuando sos chico. Pero cuando yo descubrí el "cajón secreto", un cajoncito irrelevante y medio escondido en todo el mueble, papá me retó de forma especial y yo noté que había algo diferente en esa prohibición. 

En el sillón repaso los elementos, uno los puntos, evoco las caras, calculo las fechas. Por más que palpito la certeza no logro convencerme ¿Cómo puede ser que papá no fue a Malvinas?

Y ahora, cuando el viejo se levante de su sagrada siesta, no puedo preguntar. No puedo preguntar generando un drama por algo tan lejano. No puedo preguntar revelando que cometí la infidencia. No puedo preguntar porque soy un tipo grande, sin trabajo, que encima de vivir en su casa, se pone sus pantuflas y le hurga las cosas. 

7.12.14

A LOS PÉNDULOS Y SI CONOCIMIENTO INFINITO

La campana sonó y su vibración movió todo. El movimiento del péndulo extraterrestre normalmente se encuentra vinculado al sistema inmunológico de los ovíparos,  por contarse a estos a todos los que  paren  sus hijos sin que estos nazcan, entendiéndose nacer por tomar contacto directo con el exterior. Para el detalle visual, se podría decir que tienen una cáscara durante un periodo de tiempo determinado. Más tarde en la investigación, se descubrió que algunos vivíparos hacían lo mismo sólo que trataban de extenderla el mayor tiempo posible: el resto de su vida. Algunas cáscaras que se rompen no le impiden al resto mantenerse herméticas. Me preocupan, pobres de esos mundos para los cuales todavía no he nacido. 

El conteo del tiempo lo empezó un orfebre en el casillero anterior de llegada a la muerte, ya que preocupado por su próxima parada, pasó sus últimos minutos contándolos. Se desconoce la utilidad del conteo del tiempo pero se sabe que ejerce una gran influencia en el movimiento del péndulo extraterrestre. Siglos atrás, atrás, el conteo fue prohibido. Todos fueron amonestados cuando se les descubrió pornografía floral. ¡Si se veían todos los pistilos!

1.12.14

MORIR SEMIÓTICO

Paso la barra de la página interminable hacia abajo, abajo ¿hay un límite? Nunca he tocado ese borde. En todo caso sería un límite que continúa con lo mismo de antes: Caras sonrientes. Aborto. Fideos con tuco. Sonrisas sexuales. Rescates de perros. Diplomas de universidad. Bombas de papa. Siguen in continuo a través de la pantalla. Ahora con los años, han ido sumándose un par de bebés.

El sol afuera invita a salir y parece que todos hicieron caso. Me da la sombra de los árboles en la cara y la luz que dejan pasar, movidas por el viento, generan un equilibrio térmico ideal. A pesar de que es la compu, me siento como una persona que mira la tele un domingo a la tarde, mientras el sol. Siento que abro una lata y la vacío sin reservas sobre mi esófago, a la vez que miro de reojo para no perderme nada del programa. Siento que rasco la panza sobre la que el líquido cae. 

Cada imagen esta tan cargada de sentidos que el amontonamiento de significados resulta en una verdadera arma. Ni en el detalle del estímulo, ni en su descomposición. Ni siquiera los colores pueden liberarse del enredo. Existir. Existir sin la ristra de asociaciones que carga todo. Asociaciones indirectas, que no se generan a partir de las condiciones objetivas en los elementos sino de la asociación de la asociación, construyendo una verdad que no es la realidad.

La mención horrible de tu nombre, por ejemplo, me gustaría quitarla. Es andar por ahí, corriendo la barra de la página interminable sabiendo que todo puede remitirte. No se puede estar tranquilo de esta manera. De inmediato aparecen tus orejas, demasiado pequeñas para tu cara, tu altura, tu forma de esconder las manos dentro de los buzos y tus frases, siempre opulentas, siempre con tono de cita con dos silencios a modo de paspartú. El amor es un acto de fe y los dos somos ateos.

Si la mención terrible de tu nombre, por ejemplo, no aparece, se me esparce una desilusión por dentro porque estuve esperando toda la tarde para poder evitarlo. No se puede estar tranquilo de esta manera.

Odio la sensación de saber: podría ser cualquier otro. Esa evidencia, en vez de liberarme me pone triste. Verme feliz con cualquiera. Varias veces estiré la cuerda para saber cuánto aguantaba: el miedo a sufrir una caída. Hoy entendí que la cuerda pudo haberse debilitado con esos tirones y que por eso no resistió al momento del peso. No estoy segura. No hay certezas tampoco. De nada.

En la tele veo al novio de la chica con cáncer. Me dijeron que tengo que escribir tu nombre en un papelito y después quemarlo. En mi cabeza también.

Me niego a darte tanta importancia, hacerte cualquier tipo de ritual. Esto ya es una cuestión personal, como una dieta o algo parecido, un ejercicio de la voluntad. No quiero prometerte que te voy a olvidar. No quiero prometerte nada. La última vez que prometí algo, algo salió mal.