16.11.14

WARSTEINER

Llegado el momento hay que tomar algo. Por la calle Pompeya puede haber una respuesta a nuestro pedido. El barrio, en un extraño ejercicio de reconstrucción, mezcla rincones humildes con elementos de diseño pretencioso, calando bares con estéticas beligerantes, aún cuando su desarreglo tenga la misma oferta que el anterior.
    
No perdemos tiempo en decidir. Cualquiera da igual. La eficacia en la toma de decisiones es prioritaria en cualquier vínculo, ya que es vital para su supervivencia. Es lo que le asegura continuidad en el tiempo. Lo sabemos y me pregunto si por eso no estaremos forzando lo espontaneo. Expeditivo es parecido a eficaz. 

Entramos, ella primero. A los dos nos agarra un somnífero. No sólo por la temperatura, sino que hay perfume y la gente hablando, mucha, genera una atmósfera contaminada. Un mozo nos señala una mesita entre dos mesas, justo para dos personas lo que significa, insignificante. Mientras caminamos hacia ahí me lee la mente: hay terraza.

Subimos los escalones. Miro el reloj. Son las cinco y cinco en punto. Quiero pizza. Un montón de parejas entre medio de velas se extiende por las baldosas rojas, debajo de enredaderas con forma de glorietas, llenas de lucecitas-árbol de navidad. Formamos parte de esto.

Pregunto por las dudas pero parecen ser bastante estrictos con el tema de los horarios y la pizza va después de las ocho. Consultamos por otra cosa del menú pero no la tienen. Pedimos cerveza.

    -Imperial.
    -Warsteiner.

No hemos sincronizado y rápidamente cada uno dijo lo que realmente quería, incitados por el proceso de asociación libre que es la pregunta del mozo y las ganas de que nos sirvan rápido. Revisando la carta, elegimos una Estela. Como cualquier decisión de a dos, o prima una o es una tercera cosa, diferente, distinta a lo que se quería originalmente.  

Reclamo el maní, que se olvidaron de traer. Un suave viento recorre la enredadera, haciendo que sus florcitas blancas suelten su perfume. Pienso en la pizza. 

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