7.9.14

EL DIMINVTIVO DE LA MADRE

Es una cosa rara, verla.
Esas mujeres con el pelo de seda, abajo del busto, castaño o rubio.
Ella nunca va a ser así.
Nunca vas a poder ser eso, Carmencita.

Ser el diminutivo de la madre es lo que la condiciona. O quizás no, en absoluto, porque a los efectos les gusta relacionarse con eventos que no son sus causas.

Y lo digo en serio. No podés. A mí se me escapa todo pero vos Carmencita, me importaste desde el primer momento: un enigma humano que camina y ríe a brazos cruzados.

Dicen que la primera impresión es insuficiente. Yo creo que es nuestra única posibilidad para interpretar sin promedio, antes de que la suma de encuentros interponga en nuestra visión la familiaridad. Todo está ahí, sólo hay prestar atención.

Cuando te presentaron fue como un juego de percepción encuentre el elemento que no encaja. Es que siempre se te sale un detalle. O mejor, la verdad se te sale en un detalle. Una parte de las uñas despintada. Una media de otro par. Un párpado ligeramente más verde que el otro…otros se fueron revelando… El tic en la pierna. La forma nerviosa de agarrar la cadenita y asentir cuando te hablan. De lejos seguís elegante, ¡tan propia! Fría y amable.

Nunca vas a ser como las otras chicas. Quiero que lo entiendas. Quiero que lo entiendas porque no me gusta que te engañes así. Casi me engañas a mí.

Vas y desde tu trajecito blanco, apretás el cigarrillo con una fuerza que no ví nunca en las mujeres de la casa. Que tampoco fuman, creo. Las otras. Las otras no tienen que hacer ningún esfuerzo, salen así. Vos siempre vas a ser el nuevo rico del barrio, el colado en la fiesta, el convicto buscando trabajo. Algo ahí, de prestado, agarrado con cinta. Una medida de la improvisación que fue quedando.

A la gente se le nota. No hace falta saber, pero se puede separar. Si pusieras a uno de esos niños pobres al lado de tu hijo, te darías cuenta Carmencita. El gris del trabajo y el dorado de bronceado son tan diferentes, que yo ya no sé si es el mismo sol.

Y después está la valija. 

Andás de un lado al otro con la valija en un sistema anfibio, nómade y feudal. Cuando uno tiene millones de cosas se hace una casa y la deja en un lugar. Pero vos no tenés casa y esa es la primera cosa. Se te nota, de alguna manera imperceptible, se nota. Como lo del sol en los pobres niños - sí Carmen, porque son pobres niños y no niños pobres.

Pero qué sé yo.
Hoy andás de vestido amarillo.
Inundás toda la casa del tío Víctor.
Estás de una soberbia radiante y aún en el piso,
hay patadas para él que quiera levantarte.

Me dan ganas de ponerte en evidencia pero lo que en verdad quiero es abrazarte. Decir todo va a estar bien. Sé que levantarías las cejas y saldrías con un par de bromas. Y te juro Carmencita, aún con todos los dientes perlados. Cuadrados perfectos. Juro Carmencita. Reís con una tristeza que parte las almas.

"55 Toys And Games That Will Make ’90s Girls Super Nostalgic"

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