21.9.14

♥♣♦☺

Me encanta decir tu nombre.

Me encanta traerlo a colación si es necesario y mejor aún si es innecesario. Basta con que alguien hable y yo sé que en algún momento voy a decir sí, como... y nombrarte.

¿Qué?¿Qué a nadie le interesa y caigo despersonalizada, haciéndote participar en una conversación que no estás manteniendo? No puedo evitarlo. Confieso que es un placer estrictamente personal, algo que tiene que ver con tocarse.

¿Los hombres no nombran sus nombres porque les parece nimio o vergonzoso; las mujeres que hablan de sus nombres, no hacen nada con sus vidas?, ¿cuantas veces me es permitido omitirte o nombrarte, sin caer en alguno de los dos insuficientes rubros?

Me gusta decir tu nombre aún cuando estás a mi lado lo cual es, otra vez, innecesario. Porque aunque a veces digas no sé quien soy, tenés más que claro como te llamás.

A pesar de estas adversidades, voy a seguir con mi ejercicio de invocación. Como la poesía, que no tiene miedo de las repeticiones porque con ellas no busca informar sino dar ritmo, porque con ellas no busca informar sino dar belleza. 

Pienso en la máquina de la terminal, que me mira cuando te voy a buscar, que te mira cuando me venís a esperar. Un rectángulo de vidrio para ganar peluches. Sólo que esa mano metálica es mezquina mientras que tu nombre en mi boca nunca falla. Estoy frente a una dimensión desconocida, en donde la tostada no cae de queso al piso, en donde la empresa telefónica brinda soluciones, en donde las soluciones no generan nuevos problemas, en donde las relaciones a distancia funcionan...en donde las relaciones funcionan (punto) Te agarro entero con tu nombre.

1 comentario:

Ailime Aúrum dijo...

Hay que traer colación el nombre, y de paso comer un alfajor triple, y la última galleta que quedaba.